
El silencio definitivamente me lleva a lo profundo de mí, intento escapar para no encontrarme con ese Christian que a veces me asusta, pero no puedo, es mi naturaleza y ahí sigo descubriendo y aceptando lo que únicamente se aprende con un viaje al interior.
El domingo acompañe en un retiro de silencio de un día a un grupo de personas, siempre es una experiencia nueva y en estos encuentros con la oración logro conectar un cable a tierra (cielo debería ser) con lo que vivo a diario. Esta vez fue diferente y aunque su desarrollo se hizo como habitualmente los resultados no fueron esa paz que normalmente encuentro cuando me enfrento de cara mi Señor. La tristeza se fue apoderando de mi como un vértigo que me devoraba.
Tenia claro el origen, pero me negaba ha sentirme así, por lo cual comencé rápidamente mi rutina de escape, un par de llamadas a amigos, una buena película, etc. Pero un libro me dio la clave, por qué en vez de reprimirla no mirarla a la cara?. Por qué no descubrir la belleza que hay en una emoción como esta?
Desde el domingo que estoy pololeando con la tristeza y la energía que contiene esta relación me ha hecho estar más atento, para descubrir la vida misma.